Escritura automática

39 años y medio.

Reduzco a cenizas la incertidumbre, colapso mis neuronas en un fugaz instante, me preparo para inmolarme, destruyo los conceptos que huelen a desván cerrado hace siglos.

Coloco una nueva llave transparente dentro de mi, para tirar las viejas y falsas que llevaba en el bolso, repartidas a veces sin saber que daría a otros mi carga y les haría dueños de mi «kandao».

Me comparé con la luna para beber de la luz de Dios sin poseerla y me asumo Solar para regalar estallidos de verdad natural, sin necesidad de ser mirada de frente, sino disfrutada por haya por donde me cuele y me toque respirar.

Reconozco la verdad de la herida y la borro como ola en la orilla , vista y no vista, aceptada y soltada, dibujada y olvidada, grabada y disuelta.

Ya ni mirarla la valida, ni creerla la vuelve cierta.

Ya no puedo aferrarme a cuentos que me contara tiempo atrás.

Perdida si, pero al menos no antigua, ni conocida, ni con 7 enanitos, ni pinchada en la rueca.

Ni esperando un corcel, ni el hombre que viaja con él ,sin anhelo de niños ni de familia fiel.

Ni trincheras en la que esconderse ni regalos que recoger, ni películas que contarse, ni Netflix que ver.

La música que marca mi vida está aún por componer.

Oscurezco para poder ser iluminada, me recojo para ser eco del murmullo.

Me disparo hacia dentro y hacia arriba tanto como hacia abajo y hacia fuera.

 Creando esa cruz en la que confluyen atentos, pasado y presente, lo vertical y el horizonte; el Cristo y la Consciencia.

Un mapa sin senda, un hogar con lumbre de cristal, una bóveda sin tragaluz, la espiral de lo conocido roto por el hastío fervoroso que empuja a pasar de hito, a conquistar nuevos universos.

Hallazgos por venir, secretos que descubrir, recodos que sortear y poemas por escribir.

La larga escucha que termina en compases indefinidos.

Silbidos del aire empujando hojas cada estación, copos que cubren nidos de aves que sin apego migran y cambian de edredón, felices y confiadas.

Musgo que sube por las venas dando el verdor que mi sangre necesita, la esperanza del sentido encontrado cara a cara.

Mirando sin recelo ni sospecha a la Vida, de frente, como aquella bala certera que se llevó a tantos.

Sincera como aquellas canciones sin letra que han hecho crujir el suelo de la tierra, dulce como las almohadas de miseria que han acogido en tantos sitios el sufrimiento humano.

Rota pero reparada como tantos juguetes que no entendieron para qué existían.

Convencida de que vuelo con peso firme unida al suelo, de que huyo de las ramas para ir a la raíz, de que floto porque el agua se ha vuelto mercurio y logré transformar la emoción en algo útil por si suben las temidas fiebres.

Verso inacabado, lujuria por descubrir, vela a punto de ser soplada, tristeza a punto de dormir en su pañuelo favorito.

El tercio final de la obra que sabe que será escuchada pero no es nada sin el resto de la sinfonía.

Los papales que tiré para no guardar datos ni analizar calendarios.

La pluma que derrama tintas de agua para surcar entre sus letras emocionándose de su propio destino.

Simpleza de adivinanza con la locura de una estratega.

Rifle de peluche con balas de aluminio.

Posa vasos que no bebe pero ve como otros derraman en su cara el néctar.

Carta de póker en blanco dudosa de si ser impresa con alguna forma.

Símbolo no entendido ni por el mismo.

Inconclusa búsqueda que no inicia ni acaba.

Bucle de caracol que protege y se termina haciendo casa.

Esperanza dividida de salvarse y ser vencida.

Cansancio en el parto,

gemido de satén,

suspiro en el poemario,

belleza del edén.

Angustia de la culpa,

Más coherencia en el saber,

buscando encuentras llaves

que regalaste alguna vez.

Trepando por los nudos

Trenzas que deshacer,

No estoy tan tranquila

Me ahogo en la Fe

Proyecto azul y directa

Verdades que ni yo se.

Conozco al Inasible

Hemos cenado ayer

Bailo en sus zapatos

Como cuando era bebé.

Confiada de su silbido

me resuenan como ayer

crepitar en los oídos

cuando me viene a ver.

Desmayada de locura,

Curada por la Fe,

La montaña era Mahoma

Hoy Lo puedo ver.

Recogiendo aquellos frutos

Dulces sabios del crecer

A su tiempo, sitio y forma

No presumen de su hacer.

No se miran, no se saben

Dando todo pueden ser,

Ahí no vale a medias tintas.

Madurar es su placer.

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